jueves, 25 de diciembre de 2008

Nicolás de Bari: Una historia sobre el DAR y el RECIBIR

La primera fiesta de Navidad… ¡tardó tres siglos y medio en llegar!

Durante los primeros tres siglos de la era cristiana la Navidad no fue una fiesta consagrada. El primer día de Navidad se instituyó –oficialmente- en el año 345, cuando la Iglesia Católica, por influencia de San Juan Crisóstomo y San Gregorio Nacianzeno, proclamó el 25 de diciembre como fecha de la Natividad.
Nadie sabe en qué día nació exactamente Jesús. Pero en concordancia con su política de absorber –en lugar de reprimir- los ritos paganos existentes, la Iglesia primitiva decidió ubicar la fiesta de la Navidad en la última semana del mes de diciembre.
Por esa época del año, se celebraban dos fiestas paganas: una, el Saturnal, festividad romana en honor de Saturno, dios del tiempo y la agricultura (se iniciaba el 19 de diciembre y se extendía durante siete días de bulliciosas diversiones y banquetes, que culminaban con un intercambio de obsequios durante la fiesta del nacimiento del Sol); otra, conocida como Yule, se llevaba a efecto en el norte de Europa: en este festejo dedicado a la fertilidad, en medio de festivas danzas y banquetes, se quemaban grandes troncos adornados con ramas y cintas en honor de los dioses, alentando al Astro Rey a que brillara con más fuerza y llenara a la Tierra con esa energía que hace crecer todas las cosas.
Con los siglos, el madero del Yule mutaría en árbol navideño; sus cintas decorativas se complementarían con brillantes globos y adornos; bajo su sombra protectora, se colocarían presentes; y el sacro fuego devendría en las lucecillas eléctricas que suelen fulgir en el pino decembrino.
De esta manera, la fiesta pagana del nacimiento del Sol se fundió con la fiesta cristiana de la Navidad. En ambos casos, un acto de paz coincidía: la noción de que al dar, extendemos el amor; la certeza de que al compartir no perdemos sino que ganamos, porque al extender el amor, propagamos la paz.
En palabras de "Un Curso de Milagros" –texto canalizado por la psiquiatra norteamericana Helen Schucmann en la sexta década del siglo XX- los actos de "dar y recibir son idénticos, lo cual refleja el principio de abundancia del Cielo; el espíritu jamás puede perder, puesto que cuando uno da amor, recibe amor; los regalos del Espíritu Santo son cualitativos no cuantitativos, y por consiguiente, aumentan en la medida en que se comparten. Si quieres paz, enseña paz –para así aprender lo que es. Y el acto de dar no empobrece, sino que multiplica los dones de quien da". Este sabio aserto queda plenamente explicado en un antiguo proverbio hebreo: "Una vela no pierde nada con encender otra vela". Cuatrocientos años después de la muerte de Jesús el Nazareno, un hombre retomaría como misión de vida el acto de dar para avivar la inextinguible antorcha de la paz, para multiplicar la fausta lumbre del amor: su nombre, Nicolás de Bari.

San Nicolás: un turco delgado y de tez morena

El San Nicolás de carne y hueso, el San Nicolás histórico, poco se parece al Santa Claus de hoy en día, desenfadado ícono publicitario que nos insta, año tras año, a incrementar el consumismo de las actuales fiestas navideñas. El verdadero San Nicolás nació en el siglo IV de la era cristiana en los valles de Lycia, en el Asia Menor y vivió la mayor parte de su juventud en Ptara, en el suroeste de la actual Turquía. Fue uno de los santos más venerados por los cristianos de Oriente y Occidente durante la Edad Media. Era delgado, enjuto y de tez olivácea.
San Nicolás de Bari, como hoy en día se le conoce, nació en una familia acomodada de comerciantes. Luego de que sus padres fallecieran por culpa de la peste, repartió su cuantiosa herencia entre la muchedumbre que había sobrevivido a la catástrofe. Así las cosas, se puso en camino hacia Myra (Turquía), para buscar a su tío que era el obispo del lugar. Tras el deceso de su tío, Nicolás, ya ordenado sacerdote, fue nombrado obispo de Myra. Se convirtió en el prelado de los niños –tal fue su amor por los pequeños- y se hizo muy popular por su gran generosidad y amabilidad para con los más necesitados.
No reparaba en esfuerzos para ayudar al indigente, al leproso; su verbo consolador y su asistencia espiritual atenuaban el dolor de las viudas, el desconsuelo de los huérfanos, el desasosiego de los moribundos; como un renovado multiplicador de peces y panes, promovía una constante acción social para atender las penurias más urgentes de su prójimo; se le podría considerar una suerte de precursor medieval de la madre Teresa de Calcuta.
Cuando murió, su fama se extendió por toda Europa. Rápidamente, se le atribuyeron toda suerte de portentos: desde furtivas salidas nocturnas para repartir regalos entre las gentes más humildes, hasta milagros como apaciguar tempestades, mitigar males físicos o resucitar muertos. En el año 1047, cuando los musulmanes invadían Turquía, unos marineros rescataron sus restos y los llevaron a la ciudad Bari, ubicada en el tacón de la bota itálica. En la actualidad, la Iglesia Católica le reconoce a San Nicolás un sinfín de patrocinios y devociones: es protector, por supuesto, de los niños y de los marineros; de los limpiabotas; de los delincuentes que se arrepienten de sus malas obras; de los panaderos, cerveceros y farmacéuticos; y, cuándo no, de los recién casados. Además, es santo patrono de Rusia, Turquía, Grecia, Sicilia y de la cosmopolita ciudad de Ámsterdam, en Holanda.

Uno de los tantos himnos devocionales que se le han compuesto le honra de la siguiente manera:

Desde este mar proceloso
Oh Padre San Nicolás,
Condúcenos al puerto seguro
De la patria celestial.

De las luchas de la vida
Y mortales tempestades
Sálvanos por tu favor
Y virtudes singulares.

Siempre acudes en socorro
De cuantos tu auxilio imploran
Enfermos y navegantes
Pobres o ricos te invocan.

Por tu santidad eximia
E intercesión poderosa,
Haz que elegidos seamos
A la eternidad dichosa.

A los fieles que devotos
Vuestro culto propagamos
Haznos merecer la gloria
Amando a nuestros hermanos
Amén.

A partir del siglo XIII, la fama navideña de San Nicolás de Bari se consolidó plenamente. Pero en aquella época, los regalos no aparecían el 24 sino el 6 de diciembre, día oficial de su onomástico. Desde esa época, la Navidad ha sido celebrada ininterrumpidamente en todos los países de la cristiandad, a excepción de Inglaterra, donde los puritanos la prohibieron (por su añejo origen pagano) durante más de un siglo, entre 1552 y 1660.
Con el ejemplo de Nicolás de Bari aprendemos que el dar y el recibir constituyen profundos hábitos espirituales que se perpetúan más allá de las eras, los siglos; esclarecen la mente de quien los practica y disipan de él la demencial percepción de escasez que rige los senderos del ego; afirman en nosotros esa genuina certidumbre de abundancia –de beatífica y navideña plenitud- que sólo puede provenir del Yo Superior, del Uno, de esa fuerza omnipotente y omnipresente a la que solemos llamar Dios.
En el ya citado "Curso de Milagros" leemos que "sólo aquellos que tienen una sensación real y duradera de abundancia pueden ser verdaderamente caritativos. Esto resulta obvio cuando consideras lo que realmente quiere decir ser carita­tivo. Para el ego, dar cualquier cosa significa tener que privarse de ella. Cuando asocias el acto de dar con el sacrificio, das solamente porque crees que de alguna forma vas a obtener algo mejor, y puedes, por lo tanto, prescindir de la cosa que das. Dar para obtener es una ley ineludible del ego, que siempre se evalúa a sí mismo en función de otros egos. Por lo tanto, está siempre obsesionado con la idea de la escasez, que es la creencia que le dio origen".
A la luz del Yo Superior, tal como lo demostró Nicolás de Bari, toda sensación de escasez se desvanece, pues concienciamos que somos habitantes de un Universo infinitamente abundante; incluso en medio de catástrofes o pestes, emergen insospechados recursos, allí donde el ego sólo percibía imposibilidades e insuficiencias; dar y recibir se tornan en indivisibles anverso y reverso de una misma moneda: la experiencia del amor.
Expresa el eximio escritor libanés Khalil Gibrán en una de sus más lúcidas líneas: "es poco lo que damos cuando entregamos nuestras posesiones. Cuando nos damos a nosotros mismos es cuando damos de veras"; ese arraigado compromiso con la vida y los otros debería estar presente no sólo en cada regalo de Navidad que ofrecemos, sino en cada momento de nuestra existencia, en cada gesto que tengamos con nosotros mismos y con el prójimo. La sagrada vivencia del amor es el único valor real en cualquier situación que experimentemos.

Otro amable extensor del amor: el Christkind

Tras la Contrareforma protestante (1545-1563), surgió en Alemania otro entrañable personaje, el Christkind, el niño Jesús, que repartiría regalos en el día de Navidad. De esta manera, San Nicolás de Bari y el Niño Jesús se constituyeron en figuras dadoras del obsequio de fin de año. El avance de la tradición del Niño Jesús forzó a que se cambiara la fecha del intercambio navideño, la cual fue trasladada al 25 de diciembre. Ambas devociones coexistieron en Europa durante algún tiempo, pero terminó prevaleciendo la de San Nicolás.
Existen dos notables excepciones: España, donde los regalos los entregan los Reyes Magos el seis de enero y, curiosamente, Italia, nación en la cual la figura navideña es una bruja buena llamada la Befana. En América, la tradición del Niño Jesús prendió en cuatro países que la adoptaron como propia: Venezuela, Colombia, Panamá y Costa Rica. En República Dominicana, ésta persiste en algunas regiones. En Perú, se reza una oración al Niño Jesús antes de abrir los presentes. En Venezuela, es tradición que los niños redacten una carta al Niño Dios, donde formulan una lista de los regalos que quieren recibir, siempre y cuando se hayan portado bien.
El pequeño Jesús sabe si un niño se portó bien o mal porque estuvo viéndolo desde el Cielo durante todo el año. La carta, que los padres ayudan a escribir, se pone en el Pesebre o se manda por correo. Los regalos aparecerán, como por artes mágicas, la noche del 24 de diciembre sobre la cama de los pequeños, o, más modernamente, bajo el árbol de Navidad. Los niños amanecen el día 25 felices, rodeados de los regalos que pidieron.

El Santa Claus moderno: de cómo una tradición holandesa se transforma en producto de marketing

La tradición de San Nicolás arraigó de forma especialmente intensa en Holanda, a partir del siglo XIII. De hecho, al venerable santón turco fue nombrado protector de Amsterdam, capital de los Países Bajos. Los holandeses gustaban representar a San Nicolás de Bari vestido con los ornamentos eclesiásticos propios de un obispo. Llegaba con sus hábitos purpúreos y su barba blanca, montando en un burro –que con los años devino en blanco corcel moro. Llevaba un saco con regalos para los niños buenos y un manojo de largas varas para castigar a los infantes desobedientes.
Hacia el siglo XVII, su tez antaño morena se había blanqueado. Por aquel entonces, solía llegar en un barco llamado Spanje (España), siempre acompañado de su fiel sirviente musulmán Zwarte Piet (Pedro el Negro), un personaje que llevaba un enorme saco lleno de golosinas, lo suficientemente grande como para meter en él a todos los niños y niñas que se habían portado mal y así llevárselos a España (un castigo que los neerlandeses consideraban horrendo, ya que en esa época sostenían una guerra con la nación ibérica).
La tradición holandesa de San Nicolás traspasó el Atlántico en el siglo XVII, cuando los colonos de ese país se instalaron en la costa oriental de Norteamérica. Los holandeses fundaron Nueva Amsterdam, en la isla de Manhattan, que luego adquiriría el nombre (hoy célebre) de Nueva York. En 1809, el escritor norteamericano Washington Irving escribió un relato fundamental que catapultaría a San Nicolás a la categoría de ícono mediático. En su Historia de Nueva York, Irving tomó la leyenda holandesa de San Nicolás de Bari y lo describió llegando a la urbe norteña un día 6 de diciembre, desprovisto de sus pomposas galas obispales. Le puso ropas más cómodas, sustituyó al caballo moro por un trineo tirado por un corcel volador y de un plumazo eliminó a su mahometano asistente, Pedro El Negro.
Este cuento se convirtió en un best-seller de tal calibre, que incluso los muy puritanos colonos ingleses adoptaron como suya la celebración holandesa. El nombre original de San Nicolás derivó al holandés Sinterklaas, hasta acabar siendo pronunciado como Santa Claus por los angloparlantes neoyorquinos. El siguiente paso en la transformación definitiva de Santa Claus en fenómeno de masas ocurrió el día 23 de diciembre de 1823, cuando apareció un poema en un diario de Nueva York, titulado Un relato sobre la visita de San Nicolás, escrito por Clement C. Moore, profesor de estudios bíblicos en Nueva York.
En su pieza poética, Moore repontenció el trineo del santo: ya no iba tirado por un simple corcel, sino por una tropa de renos. Bosquejó al viejo Claus como un sujeto alegre; disminuyó su estatura y lo hizo más grueso, asimilándolo a un gnomo. Moore, además, cambió la fecha de llegada del santo y la situó en la víspera de Navidad. Con cada reinterpretación literaria, pictórica y publicitaria, Santa Claus fue ganando en corpulencia física, popularidad y extroversión.
Entre 1860 y 1880, el dibujante Thomas Nast publicó reiteradas imágenes de Santa Claus en la revista Harper's de Nueva York: le tomó dos décadas perfilarlo como un símbolo de la mercadotecnia. Nast añadió detalles clave como ubicar el taller fabril de Santa en el Polo Norte (amenazadísimo hoy por el cambio climático), dotarlo de una llamativa vestimenta blanca y escarlata y adosarle un abundante vestuario de pieles. Finalmente, fue la transnacional Coca-Cola la que le dio el toque definitivo a su actual aspecto. Esta corporación encargó al artista Habdon Sundblom remozar al Santa Claus de Thomas Nast para la campaña navideña de 1931. Lo hizo más alto, más entrado en carnes, más simpático, con rostro bonachón, piel muy blanca, ojos pícaros, chispeantes, pelo blanco y larga barba alba. La vestimenta mantuvo los colores rojo y blanco –los mismos de la compañía de bebidas- pero su traje se hizo aún más lujoso y atractivo.
No obstante, sea cual sea su apariencia –moreno y delgado como un turco; mínimo como un gnomo; mofletudo y carismático como un bebedor de gaseosas- lo esencial es que recordemos el apostolado inicial de Nicolás de Bari, lo trascendente de su misión: llenar cada momento vital del navideño gozo de proveer y asimilar afecto, concordia, paz. Para él, lo importante no era otorgar un regalo ostentoso que encumbrara al propio ego o complaciese las exigencias de una sociedad dedicada a endiosar el consumo. Para Nicolás de Myra, la mayor alegría era extender el amor a través del acto de ofrendarse a sí mismo a todos los seres: tal es la única manera de recibir los infinitos regalos que el Universo –ese Yo Superior que no cesa de evolucionar y ensanchar su territorio- le tiene deparados a cada uno de sus preciados hijos e hijas, a cada una de sus entrañables criaturas.
Para el Ser Supremo, la realidad no es más que un próspero tiempo presente en el que han sido extinguidas esas neuróticas creencias del pasado que nos impedían dar y recibir a plenitud…, vale decir, un eterno instante.

Gracias, Carmelo Urso
entiempopresente3@gmail.com

jueves, 18 de diciembre de 2008

Cheesecake con cerezas!!!!! Mmmmmm!!!!!!

Señora, aproveche que es la época de las frutas con carozo, y no se pierda esta receta riquísima y muy fácil. Si no le gustan las cerezas puede ussar pelones, damascos o duraznos.

Esta es una versión de cheesecake que no lleva horno, queda muy bien con las cerezas y puede ser un postre de lo más navideño. La base es la típica de lemon pie, que se hace triturando galletitas (con las Lincoln sale muy bien, pero puede usar las que quiera).

¿Cómo se hace?
- Procese 125 grs de galletitas con 75 grs de manteca hasta que quede bien unido.
- Tapice un molde de 20 cm de diámetro y cocine 15 minutos. Reserve.
- Por otro lado, en 1 bol, bata 300 grs de queso crema, 60 grs de azúcar impalpable, unas gotas de extracto de vainilla y la ralladura de 1/2 limón hasta que quede homogéneo.
- En otro bol, bata 250 grs de crema hasta que espese y luego intégrela a la mezcla de queso crema.
- Rellene el molde y enfríe en la heladera 3 horas o déjelo toda la noche anterior.
- Justo antes de servir coloque 1/2 kg o más de cerezas frescas bien frías, que puede haber descarozado antes (o la fruta de su elección).

¡Que lo disfrute con salud y en familia!

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Vinos para la recesión: $12 para abajo!!!!!!!

¡Señora, no tiene excusa para no ponerse en pedo! Y va dato por si se va de vacaciones.

Para muchos, éste ha sido un año difícil, entre inflación, recesión, paro del campo, crisis financiera global, estanflación y otros jinetes del apocalipsis que parecieron llegar todos juntos para demostrarnos que, al final de cuentas, el mango de cada día no alcanza.

Las fiestas de fin de año se aproximan y es sabio dejar los grandes vinos, o al menos los de precio elevado, tanto para regalar como para regalarse en esta época. Es por eso que, desde Glam Out le proponemos una recorrida por los vinos ricos y baratos que nos presenta el mercado, para poder así continuar con este deleitable consumo sin tener que esperar hasta que el plan C de Cristina otorgue un crédito a paladares gourmet.

A su vez, el 2008 también se despide con los blancos frescos del año (con uvas cosechadas hace poquito, entre fines de febrero y comienzos de abril de este mismo 2008), que irrumpen de a poco en las góndolas y son compañeros ideales para los días estivales, refrescándonos el calor con sus atributos de buena acidez y perfil frutado.

Parados en el supermercado, vinoteca o chino amigo y enfocando la mirada hacia los estantes inferiores, podemos encontrar varias opciones más que dignas entre los $8 y los $ 12, que nos muestran que es posible tomarse un blanco agradable y además, proletario friendly.

Basados en esta premisa, este corresponsal de Glam Out recorrió los minimercados del barrio y compró algunas de esas botellas para probarlas. Aquí quedan los comentarios de cada uno de los vinos, ordenados en orden descendiente, empezando por los que más gustaron.

Trapiche Sauvignon Blanc 2008 - Maipú, Mendoza - $ 11.39
Con una nariz limpia y de intensidad media, muestra notas típicas de la variedad con acordes cítricos, de uva verde y de pasto al frente, seguidos de frutas blancas en el fondo. En la boca tiene una entrada seca, con cierto volumen y una acidez agradable y refrescante. El final de este vino es de largo medio, equilibrado y fresco. Podría sin problemas competir en ligas mayores, pero le gusta ser la linda del barrio. Para tomarlo ya, acompañándolo tanto de un ceviche en el Abasto como de una tabla de mar en la costa.

Ventus Sauvignon Blanc-Chardonnay 2008 - San Patricio del Chañar, Neuquén - $ 11.70
Presenta aromas de intensidad media, con notas de pedernal y un dejo ahumado, comunes en algunos sauvignones, junto con ciertas notas cítricas y también de frutas blancas, aporte del Chardonnay. Pero es en la boca dónde mejor se expresa este blanco, con un buen volumen de entrada y acidez fresca, que estará más equilibrada en poco tiempo, y un final agradable. Ideal para unos riñoncitos en parilla de Villa Crespo o grill de Palermo Queens.

Etchart Privado Torrontés 2008 - Cafayate, Salta - $ 8.34
Ya en la parte olfativa de expresa como un típico Torrontés, con buenas características varietales que aparecen como los aromas de uva y notas florales, junto con toques cítricos. Al beberlo tiene un buen volumen de entrada, resultando seco y con una acidez fresca que se realza con una muy leve aguja. Hacia el final se percibe la nota amarga característica de los varietales en gamas más bajas. Un Torrontés bien tradicional, sino el más debido a su trayectoria. Además, linda botella. Para el clásico y popular maridaje con empanadas salteñas.

San Telmo Chardonnay 2008 - Cruz de Piedra, Mendoza - $ 9.04
La nariz se presenta limpia pero poco expresiva, con aromas que recuerdan a cítricos y a manzana verde. En la boca es fresco y ligero, con una acidez equilibrada y en dónde vuelven las notas de manzana y con un final de largo medio. Este es un Chardonnay amable y refrescante, dónde nada llama demasiado la atención pero nada desentona por lo que resulta un vino agradable y equilibrado, como una de esas rubias bonitas pero no despampanantes, para presentarle a tu mamá. Yo lo acompañaría de ensaladas frescas de estación, en salad bar de San Isidro, pagando con tickets.

Rodas Sauvignon Blanc 2008 - Junín, Mendoza - $ 8
De nariz agradable y frutada, con aromas de manzana roja y pera que denotan una uva cosechada madura, junto con acordes cítricos en el fondo. En el principio de la boca la entrada es seca y luego demuestra una acidez bien fresca, algo acervada, que da paso a un final en el que se denota aún el alcohol, arista que, calculo, se domará en corto tiempo. Buena opción para los que gustan de vinos que se destacan por la acidez, o para los que deseen acompañar las rabas con ali oli mientras miran a los lobos en Mardel.

Trivento Viognier 2008 - Mendoza - $ 11.18
Con aromas limpios y frescos, aunque algo tímidos, dónde se distinguen notas de ananá en lata y limón. En la boca presenta una ligera aguja que no hace más que resaltar la acidez marcada y bien cítrica. Aparecen nuevamente los aromas de ananá y en el final queda una sensación ácida y refrescante. Otro vino que no se destaca por personalidad, pero sin defectos y equilibrado que lo hacen una buena opción para tomar previo a la comida, a modo de aperitivo. O picando unas anchoítas en el vermú a espera del asado.

Lopez Blanco 2008 - Maipú, Mendoza - $ 10
Este vino presenta aromas de vinos clásicos argentinos, difíciles de explicar pero que podríamos definir como acordes animales ó de galpón. Estos aromas son evidentes en el inicio y aunque se mantienen, dan paso a algunos cítricos y de frutas blancas frescas. En un primer sorbo demuestra un exceso de aguja, que se soluciona girando la copa. En la boca tiene volumen y acidez correcta, sin aristas. De final no muy persistente pero agradable y clásico. Para unos cornalitos fritos en Gesell.

Colón Torrontés 2008 - Valle de Tulúm, San Juan - $ 10
Nariz bien frutada y de perfil varietal, con notas florales de rosas por debajo de frutas blancas en compota, como el durazno y al final algo mentolado. En la boca entra con sensación dulzona, abocada, y la leve acidez no llega a hacerlo un vino refrescante. En el final aparece la sensación leve de amargor que es común al torrontés en su manufactura rustica, o como algunos lo llaman, tradicional. Sin querer ofender sensibilidades, lo tomaría con hielo y trozos de lima y durazno. Con amigos y compartiendo con señoritas ex adeptas a los frizzantes.

Además de los vinos comentados, compré un par de botellas que, lamentablemente, al probarlas presentaron un defecto común en muchos vinos, el corcho o TCA (cuando el corcho se pone malo), que se encuentra en todas las gamas de precios, no sólo en las más económicas. Estaría bueno que en el futuro, las bodegas extiendan el uso de tapones de cierre de origen sintético hasta las líneas más bajas, para evitar el mal trago de muchos consumidores.

Igual, debo decir, me lamenté menos que cuando me ha pasado con vinos en los que he gastado más dinero. Como siempre, las recesiones, crisis, problemas económicas, son los mejores momentos para aguzar el intelecto; aprovechar nuestra viveza criolla y dirigirla a la creatividad.

Se puede beber, por poca plata, buenos vinos. Y brindar con ellos por el mejor de los 2009 posibles. Tal es el deseo de Glam Out.

Gracias Federico Lleonart para www.glamout.com

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Gran meditación de Navidad

Para la Metafísica (que es el estudio de Dios y sus principios fundamentales o Leyes Divinas), el "Espíritu de la Navidad" es una energía que fluye de Dios y que baja el 21 de diciembre por la noche con la misión de dar.
Este Espíritu desciende a la Tierra para traer Paz, y dejar sus enseñanzas a la humanidad. Tu ritual personal (tus pedidos), se realiza con el fin de aprovechar la "Fuerza del Espíritu Navideño", ya que nos concederá todo aquello que le pidamos.

Como viene con la Misión de Dar, es bueno pedirle lo que queremos concretar durante el nuevo año, sin limites (no debemos sentirnos limitados en nuestros deseos porque si no estaríamos dudando de la fuerza de Dios. Él nos concederá todo aquello que merezcamos). En ningún momento tenemos que dudar de la capacidad para llevar a cabo lo que nos proponemos.

El ritual personal es para sentir la fuerza que baja y que nos hará merecedores. Esto se produce desde el 21 de diciembre a la noche, momento en el que daremos la bienvenida al Espíritu Navideño, agradeciéndole por lo recibido en el año que termina y por lo que recibiremos en el próximo, hasta el 24 de diciembre a la medianoche. En este período llevaremos a cabo nuestro ritual personal.

# Un ritual puede ser una meditación en la que nos imaginamos estar rodeados por los Ángeles de Dios, que siempre nos acompañan y cuidan, y sentir mucha paz y armonía. Nos baña una luz dorada y cálida, mientras sentimos que la Energía Amorosa y Divina llena nuestro cuerpo, mente y espíritu. Antes de empezar, se puede prender una vela blanca y quemar incienso.

# Para otro ritual sería conveniente conseguir una vela rosada, de miel, de esas que se desenrollan, para escribir los deseos de Año Nuevo sobre un papel, con tinta dorada. Luego coloco el papel dentro de la vela y la vuelvo a enrollar. El 24 de diciembre, a las 24 hs., prendo la vela y rezo una oración. Dejo consumir la vela.
¡Feliz Navidad!

El otro ciclo del agua

Para realizar sus funciones fisiológicas, nuestro cuerpo necesita consumir unos cuatro litros de agua al día –cantidad que solemos incorporar a través de los fluidos y alimentos que ingerimos en nuestra dieta. Si consumimos menos de esa cantidad, corremos el riesgo de desequilibrar el ciclo que el líquido vital cumple, con precisión casi matemática, en el organismo del ser humano.

Los dos ciclos del agua
Mucho se ha escrito sobre el ciclo del agua en la Naturaleza, sin el cual la Vida en nuestro planeta sería imposible. Pero en nuestro cuerpo, el agua desarrolla otro ciclo igualmente importante para nuestro bienestar. Día tras día, y desde hace 5 mil millones de años, el Sol, puntual y rutinariamente, baña a la Tierra con su intensa luz. Esa energía es tan fuerte que –según el astrofísico norteamericano Paul Davies- equivale a la explosión de 15 mil millones de bombas atómicas (como las de Nagasaki) cada segundo. Gracias a tan inmensa fuerza, el agua de los océanos se convierte en ligero vapor de agua, el cual, al ascender a las frías alturas de la atmósfera, se condensa y transforma en nubes. A su vez, las nubes desparraman abundante agua dulce sobre los continentes, permitiendo que todas las especies animales y vegetales prosperen.
Este ciclo del agua se repite a cada instante en cada rincón del planeta, y gracias a él, la Vida es posible. Sin embargo, hay otro ciclo del agua tan importante como el que acabamos de describir: ¡el que ocurre dentro de tu cuerpo!

Utilizamos un litro de agua al día para respirar
El aire ideal para respirar debería ser húmedo, cálido y limpio. Lamentablemente, no siempre es así. El milagro de la respiración comienza en la nariz. ¿Te imaginás si todas las bacterias contenidas en el aire penetraran en nuestro organismo? Simplemente, moriríamos al instante. En las lágrimas y secreciones mucosas vertidas en la nariz existe una enzima llamada "lisozina", la cual aniquila a las bacterias.

Por otra parte, el aire citadino contiene una carga fatal de polvo que obstruiría nuestros pulmones. Para evitar tal colapso, los conductos respiratorios segregan una película adherente de materia mucosa que atrapa al polvo y deja pasar al aire. Este proceso de humidificación de los ojos, la nariz y los conductos respiratorios requiere de, al menos, dos tercios de litro de agua al día. Sin esa humedad, nuestro sistema respiratorio se taponaría de residuos sólidos y dejaría de funcionar en cuestión de pocos minutos.

A esto tenemos que sumar el hecho de que solemos respirar de 14 a 18 veces por minuto. En una hora, respiramos un poco más de mil veces. En un día, 26 mil veces. Y en un año, casi 10 millones de veces. Para realizar tan arduo trabajo, nuestros pulmones nos piden apenas un tercio de litro de agua al día.

Suficiente agua… ¡y poca sal y sol para tu piel!
La salud de tu piel tiene tres aliados principales: un manejo sano de las emociones, una buena alimentación y el consumo suficiente de agua potable cada día. La piel refleja nuestras angustias y alegrías: su aspecto guarda estrecha relación con nuestro estado de ánimo. Es raro que una persona feliz no tenga una piel limpia y brillante, no importa cual sea su edad. Si tu alimentación es deficiente, no tardarán en aparecer anomalías en tu piel. El exceso de grasa, alcohol, azúcar o harinas se manifestarán con acné, erupciones y otros padecimientos. El conjunto de células de tu piel utiliza un poco más de un litro de agua por día para mantener su aspecto lozano. Tomar varios vasos de agua al día es el secreto de belleza más eficiente y económico que se conoce. Los dos principales enemigos de la piel son el exceso de luz solar y el consumo desmedido de sal. El sol en demasía acaba con la capa de grasa de piel. Sin esta grasa, la piel pierde su elasticidad y frescura… ¡y se arruga! Con el paso de los años, al organismo le cuesta más y más eliminar el exceso de sal. La sal estira la piel, la cual, posteriormente, se arruga. Los egipcios utilizaba sal para preservar a sus momias… pero, ¿quién quiere tener el cutis de una momia? La mejor manera para eliminar la sal superflua del cuerpo es beber una suficiente cantidad de agua.

Cada pensamiento tuyo fluye a través del agua
El sistema nervioso es una suerte de acumulador eléctrico que produce una corriente directa de un décimo de voltio. La carga eléctrica, el chispazo con el cual cobran vida los pensamientos, se produce por la combinación de dos minerales: el sodio y el potasio. Estos obran en los tejidos nerviosos, los cuales están bañados de un líquido que está constituido principalmente por agua. Sin ese revestimiento acuoso, los pensamientos no podrían fluir. Una buena dosis de minerales en nuestra alimentación y un tercio de litro de agua al día son indispensables para el óptimo funcionamiento del sistema nervioso. Es por eso que cuando vamos a la playa nos sentimos tan bien: el aire marino es húmedo, caliente, rico en sodio y otros minerales beneficiosos. En tal entorno, nos sentimos espléndidos, vivaces. En cambio, el aire citadino está contaminado y es pobre en minerales.

Los riñones purifican una tonelada de sangre al día
Los riñones son los responsables del equilibrio químico del cuerpo y regulan la cantidad de agua justa que debe haber en la sangre. Cada día, son capaces de purificar una tonelada de sangre (es decir, 1.000 litros), la cual, por supuesto, circula constantemente por el cuerpo. Sin embargo, estos potentes órganos, que pesan unos 200 gramos y tienen el tamaño de un puño, podría eventualmente purificar el doble de esa cantidad. Por eso es que una persona puede donar un riñón y seguir viviendo de manera normal.

Los riñones seleccionan y absorben aminoácidos vitales, proteínas, glucosa y minerales. Desechan residuos y el exceso de agua del cuerpo. Para llevar a cabo este enorme trabajo, que supera en eficiencia al de cualquier planta de potabilización inventada por los seres humanos, los riñones consumen casi dos litros de agua al día.

Sin agua no hay digestión que valga
El proceso completo de la digestión, desde que consumimos los alimentos hasta que los desechos salen del organismo, toma unas 18 horas. En el mismo, utilizamos a diario, como mínimo, un tercio de litro de agua. Una vez que la comida es parcialmente digerida en el estómago, pasa al intestino delgado, donde se realiza la parte más importante del proceso digestivo. En unas cuatro horas, el intestino delgado separa las proteínas, aminoácidos, minerales y demás substancias beneficiosas. La comida indigerible pasa luego al intestino grueso. Allí se absorbe una parte de agua y azúcar, mientras que el resto prosigue como materia fecal hasta el recto.

Muchas personas padecen estreñimiento porque no consumen alimentos ricos en fibra, tales como frutas, cereales integrales o granos, y porque además consumen mínimas cantidades de agua. En la Naturaleza, el agua cumple puntualmente un ciclo que permite el desarrollo de la Vida. En nuestro cuerpo (constituido en 70% por el vital líquido), el agua desarrolla otro ciclo de igual importancia para nuestra salud y bienestar. Ya lo ha dicho el poeta argentino Luis Alberto Spinetta: ¡el agua borra todas las heridas del cuerpo… ¡y del alma!

Carmelo Urso
entiempopresente3@gmail.com